Frente al patriarcado y al capital. Nuestros cuerpos, nuestras luchas.

El 8 de marzo no solo se conmemora la rebelión de las mujeres contra su explotación específica en los procesos asalariados, también se recuerda y reivindica su organización, dando lugar a uno de los primeros sindicatos no mixtos de la historia. Organizaciones feministas y obreras en las que se ha luchado y se lucha contra las injusticias y opresiones que viven a causa de su doble exploración.

Para honrar su lucha en esta fecha, es preciso reivindicar la importancia de las contribuciones socialistas a la hora de analizar las distintas relaciones y situaciones de explotación laboral que las mujeres obreras sufren. Nuestras predecesoras nos enseñaron que solo podemos avanzar hacia la libertad cuando señalamos también al sistema capitalista que nos oprime. La libertad pasa también por reconocer los problemas específicos que vivimos en el marco de la interrelación entre capitalismo y patriarcado, dado que es ahí donde debemos preguntarnos acerca de la especificidad de la explotación que sufrimos. 
A pesar de que el capitalismo explota a la clase trabajadora independientemente de su género, las mujeres compartimos dentro de este sistema unas violencias específicas, que tienen origen en la división sexual del trabajo. Esta doble problemática se debe abordar en su encrucijada y combinar, así, las luchas contra opresiones que se entrelazan. El patriarcado es funcional a la reproducción del capitalismo gracias a la división sexual de las labores y los cuidados en los que sustentamos la vida, imprescindibles para poder llevar a cabo las tareas productivas.

Estos cuidados nunca han sido reconocidos como lo que son, trabajo no remunerado ni valorado que, sin embargo, permite seguir engrasando la rueda capitalista. Se invisibiliza el trabajo reproductivo y se trata discriminatoriamente a las mujeres en el trabajo productivo.

Como jóvenes revolucionarias tenemos el deber de insertarnos en todos los frentes feministas y combatir desde ellos esta interrelación que nos oprime, sabiendo que sus diferentes expresiones deben ser enfrentadas mediante la lucha colectiva, coordinada y estratégicamente orientada hacia el socialismo. Para abordar este deber, contamos con grandes referentes que con sus luchas conquistaron derechos para todas. Tal es el caso de Clara Zetkin, que logró grandes avances en materia de igualdad en Alemania, o el de Aleksandra Kollontái, que tras la Revolución contribuyó a la aprobación del divorcio y del aborto, además de luchar por la remuneración de la función reproductiva y por la vertebración de una amplia red de guarderías y hogares para las infancias que fueron clave para la igual real entre hombres y mujeres.

Estas mujeres, pioneras en la lucha socialista y ejemplo para las generaciones posteriores, consiguieron grandes avances en las condiciones de vida de los obreros y, especialmente, de las obreras. Por eso, reivindicamos el carácter de clase del 8M y reafirmamos nuestro compromiso con la igualdad de las mujeres y la organización socialista de las mismas. El camino es indudablemente difícil, y más en un contexto de ofensiva reaccionaria, pero solamente mediante esta lucha será posible avanzar hacia la verdadera emancipación de la clase trabajadora en su totalidad.

Estas mujeres, como otras muchas anónimas, pusieron sus cuerpos al servicio de la conquista de derechos. Fueron para que nosotras podamos ser. Hoy también, la Juventud Comunista sigue poniendo sus cuerpos al servicio de la clase obrera en general y de la mujer obrera en particular. Nuestros cuerpos para defender y conquistar derechos. Nuestros cuerpos para defender la paz. Nuestros cuerpos para poder ser. Nuestros cuerpos a disposición de nuestra clase.