La lucha por la vivienda es una de las mayores expresiones de la lucha de clases de la última década. Esta lucha es mucho más que la búsqueda de un techo bajo el que vivir: es una lucha por la construcción comunitaria de los barrios, por la intimidad necesaria para desarrollarnos vitalmente, por el territorio y el medio ambiente y contra el capitalismo y algunas de sus más feroces expresiones, tales como la especulación la gentrificación o la turistificación, entre otras.
En el sistema capitalista el problema de la vivienda de la clase trabajadora no se presenta como una disfunción o un error del sistema, sino más bien como una expresión de la naturaleza privativa y acumulativa de la propiedad bajo este régimen. Por ello, sistemáticamente se producen vulneraciones del denominado derecho a la vivienda, que a pesar de que goza de reconocimiento constitucional no cuenta con ningún tipo de garantía jurídica ni social.
En este sentido, la política de vivienda del Estado español durante muchas décadas se podría sintetizar en la voluntad del ministro franquista José Luis Arrese de transicionar de un «país de proletarios» a un «país de propietarios», que pretendía en última instancia individualizar a la clase trabajadora vía acceso a la propiedad, con el fin de debilitarla como sujeto político.
No obstante, esta promesa capitalista de avanzar hacia una sociedad de propietarios fue parcialmente falsa, y algunos sectores del proletariado vieron como el derecho a la vivienda, entendido como derecho a la propiedad, pasaba a ser para ellos un derecho a endeudarse. Una deuda que en la crisis del 2008 millones de trabajadores y trabajadoras no pudieron pagar, y que justificó ante la justicia burguesa la expulsión masiva de la clase obrera de sus casas y de sus barrios vía desahucios.
Durante los siguientes años y hasta llegar a la actualidad, la relación de la clase trabajadora con la vivienda ha ido cambiando en favor de los alquileres, que han ganado peso especialmente entre la juventud obrera. Esto solo se puede entender bajo un contexto de avance de la burguesía en el que las jóvenes trabajadoras ni siquiera tienen la capacidad de endeudarse, por lo que se ven en la necesidad de asumir precios desorbitados y condiciones paupérrimas quienes tienen la capacidad de pegarlos para independizarse, mientras que una amplia mayoría ni siquiera tiene la posibilidad de emanciparse.
No queremos ser ni propietarias, ni deudoras, ni inquilinas de pequeño-burgueses o grandes tenedores. Cortar de raíz los problemas en materia de vivienda de la clase trabajadora implica necesariamente avanzar hacia el socialismo, porque solo bajo un sistema para la mayoría nuestros derechos estarán garantizados.
Desde la Juventud Comunista seguiremos formándonos y aprendiendo codo con codo junto a todas las organizaciones que luchan por la vivienda para desplegar una estrategia revolucionaria que haga del derecho a la vivienda una realidad para la clase trabajadora.
Solo la lucha estratégica en todos los ámbitos, pero principalmente en las calles nos acercarán a este objetivo.